El arte de dejarse cuidar

Gracias, Nawal Sordo, fisioterapeuta en Tánger, por tu acompañamiento durante estas tres últimas semanas tras mi lesión en el hombro izquierdo. La experiencia, en apariencia banal, invita a la reflexión. Lo desarrollaré más abajo.
Pero antes, gracias a ti, Nawal, y a Rahma, tu asistente, por vuestra seriedad, amabilidad y eficacia. ¡Formáis un gran equipo de terapeutas!

La lesión

Cansancio, torpeza, o ambas cosas… Me caí mal una noche durante un entrenamiento de aikido. El dolor fue inmediato pero soportable, con la sensación de tener el hombro izquierdo bloqueado y el brazo sin fuerza. Un amigo traumatólogo que estaba presente comprobó que no había luxación, y diagnosticó un esguince leve.
Más allá del dolor, me sentía limitado (ponerme o quitarme una camiseta rozaba la hazaña) y dormí muy poco aquella noche. No tenía ganas de probar las cremas ni los medicamentos que los amigos no tardaron en aconsejarme.
Como practicante de shiatsu, sentía más afinidad por recibir una terapia manual y me dirigí a Nawal Sordo, fisioterapeuta cuya reputación en Tánger está más que consolidada. Ya nos conocíamos y me recibió a la mañana siguiente.

El tratamiento

Nawal no quiso conformarse con el diagnóstico preliminar de mi amigo. Exigió radiografías, ecografía… para descartar cualquier complicación: fractura o rotura del tendón supraespinoso. Fue una precaución sabia que me tranquilizó sobre la evolución del proceso.

Se trataba de un traumatismo y un esguince sin gravedad. Mientras tanto, el hematoma era importante y el dolor muy vivo, tanto al esfuerzo como al contacto con la lesión. Esperamos unos días antes de empezar la rehabilitación.


Hicimos cinco sesiones, ni una más. Cada sesión combinaba terapia manual, ejercicios de estiramiento y fortalecimiento, y electroestimulación. En tres semanas he recuperado casi por completo la funcionalidad, aunque todavía persiste alguna molestia y el dolor aparece en ciertas situaciones.

El trabajo personal

Desde la primera mañana decidí hacer Do In (autoshiatsu) para ayudar a la circulación de la energía por todo el cuerpo. No fue fácil: mi mano izquierda ni siquiera llegaba a la cara. Hice lo que pude, y la práctica diaria me permitió observar los progresos.
Al cabo de diez días, ya podía realizar correctamente toda la secuencia de Do In. Sé que eso ha contribuido a mi recuperación, igual que los muchos estiramientos aprendidos en aikido.
Después vinieron los ejercicios de fortalecimiento muscular que Nawal me indicó durante las sesiones. Nunca he sido aficionado al entrenamiento de fuerza y no me gustan mucho esos ejercicios. Pero fui un alumno aplicado, y los he hecho con bastante constancia desde entonces.
Ayudan en la recuperación, protegen la articulación y también permiten medir la evolución.
La recomendación que menos seguí —aunque fue dada desde el primer día— fue la de aplicar hielo en la zona lesionada. Nunca encontraba el momento adecuado para hacerlo. Y seguramente fue un error… porque la zona del trauma se mantuvo “caliente” y por tanto dolorosa durante bastante tiempo. El hielo quizá habría mejorado mi sensación y favorecido el sueño durante las primeras noches.

El descanso

No tenía sesiones de shiatsu programadas al día siguiente del accidente, y me organicé para no tener tampoco al siguiente. Pero al tercer día ya estaba de nuevo en el futón. La primera persona que atendí no lo sabía, pero para mí fue una prueba.
El hombro y el brazo no estaban al 100%, ni mucho menos, pero logré hacer bien el tratamiento. Fue cada vez mejor con el paso de los días y las sesiones.


En cambio, hice una pausa completa de aikido durante dos semanas. Y seguí corriendo y nadando con moderación, animado por la fisioterapeuta.


Al volver al aikido, noté que un movimiento seguía bloqueado por el dolor y/o el miedo. Lo hablamos en sesión y Nawal me dio ejercicios específicos para abordar ese punto.

Recibir cuidados

Estar “lesionado” es una posición mucho menos gratificante que la de quien da el cuidado. Aparte del dolor, vienen el temor a secuelas irreversibles, el miedo a una recaída, y la preocupación por el impacto económico.
Socialmente, la tendencia es más bien a disimular esa nueva vulnerabilidad. Es una postura tentadora, pero no siempre posible. En Marruecos, donde las muestras de afecto y amistad son frecuentes y espontáneas, ¡tener un hombro dolorido no pasa desapercibido!
De ahí la importancia del marco que ofrece la persona cuidadora. Ese marco permite bajar la guardia y compartir el “sufrimiento”, sea cual sea su grado, sabiendo que una está escuchada y acompañada. Todo se resume en una palabra: confianza. Nawal y Rahma ofrecen ese espacio de confianza.

No descubro ahora estos conceptos, pero haber vivido esta experiencia me recuerda su valor fundamental.
Como practicante de shiatsu, en el lugar que me corresponde, debo ofrecer el mismo marco de escucha, de benevolencia y de eficacia: escuchar la queja, observar los desequilibrios, aliviar, mejorar el bienestar y, si es necesario, orientar hacia otras especialidades.

Artículos recientes

Explora nuestros

Descubre el poder del Shiatsu con François-Olivier Louail. Reserva tu sesión hoy para recuperar el equilibrio y el bienestar.